viernes, 21 de marzo de 2014

Un café solo, pero solo de verdad

Hasta hace un par de años cuando iba a una cafetería a pedir un café sólo me guiaba por el gusto. En esta cafetería me gusta el café y en esta no. Solía coincidir que el café que menos me gustaba era el que más torrefacto tenía, mucho amargor y poco sabor, pero nada más. 

Cuando empecé con la dieta paleo, antes de pedir empecé a preguntar si el café que utilizaban era natural o mezcla con torrefacto. Al ir bajando la cantidad de azúcar que añadía al café el torrefacto se volvió directamente insoportable, además de que tomar azúcar tan quemado que está negro y amarga no es precisamente lo mejor para la salud. 

Esto es café, café

Lo malo es que cuando uno se empieza a encontrar bien el límite del daño que soporta estoicamente baja, y ha llegado un momento en que ni siquiera me sirve ya esa manera de elegir el café. 

Cuando vas a una cafetería, te aseguras de que el café es natural, le añades la menor cantidad posible de azúcar, te lo bebes y notas que el sabor es de aceptable a bueno pero, desde la hora siguiente hasta dos días después notas molestias en el estómago y el intestino, te preguntas qué llevaba el café que no era café.

Ahora ya sólo tomo café en casa y me he comprado un termo. 

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