Ya sé que seguir una dieta, y menos la paleodieta, no es una religión pero en ocasiones lo siento así: pecadora. Debe ser reminiscencias de mi educación católica. ¿Y cuándo ocurre? No el sábado pasado, cuando me comí una rebanada de pan con los aperitivos en la celebración del cumpleaños de mi suegro, ni tampoco en Semana Santa, cuando me comí una torrija hecha por mi madre, ni siquiera cuando compré un paquete de galletas con chocolate negro y sin gluten porque estaban de oferta (las guardo para Navidad). No me siento culpable cuando decido comer algo de fuera de la dieta precisamente porque es una decisión. Decido el qué, el cuánto y el cuándo. ¿Entonces?
lunes, 16 de diciembre de 2013
lunes, 9 de diciembre de 2013
Comer para adelgazar
Hace unos días encontré por la red un meme de humor que me resultó bastante interesante.
A los dietistas-nutricioneistas les encanta |
En él, se parte de la pirámide nutricional clásica para dividirla en dos: el trapecio de la pérdida de peso (lácteos, huevos, carne, pescado, fruta y verdura) y el sombrero de papel de la felicidad (dulces, pan, pasta, refrescos, helados…). Los comentarios al meme que encontré eran del tipo “ñam, sombrero de papel…”, “ahora lo entiendo todo” o incluso “eso se lo han inventado las industrias de los lácteos y la carne”.
lunes, 28 de octubre de 2013
Gluten oculto
Como norma general,
cuando alguien sigue una dieta paleo considera que sigue una dieta sin gluten y
eso no es del todo cierto. Algo que los celíacos y familiares de celíacos
conocemos muy bien, y los practicantes de la paleodieta
no, es que el gluten, como dios, está en todas partes. Y que evitarlo es
bastante más difícil que eliminar el pan, la pasta o la harina de la
alimentación diaria.
Desde que en casa
seguimos la dieta paleo la compra nos resulta más sencilla porque ya no tenemos
que buscar el gluten en la comida preparada. Simplemente la comida preparada
prácticamente ha dejado de entrar en casa. Pero incluso entre los productos más
o menos “vírgenes” que compramos se nos puede colar esa insidiosa molécula. Ayer
mismo unos mejillones cocidos congelados cuyo único ingrediente era mejillones
provocaron en Pesque una reacción inmediata de hinchazón abdominal, dolor en el
tubo digestivo que se irradia hacia la espalda, dolor difuso en las axilas y
cara interna de los brazos y otra no tan inmediata consistente en sueño poco
reparador, dolor de cabeza, embotamiento mental y contracturas musculares. Casi
seguro había gluten.
En mi círculo más cercano mi casa es la única en la que se come paleo pero, hablando con otra gente, me da la impresión de que si acudiese a otra casa en que se comiese paleo e investigase cada uno de los platos que me ofrecen tal y como hago en casa de mis amigos no paleo se molestarían porque se supone que paleo es sin gluten.
En mi círculo más cercano mi casa es la única en la que se come paleo pero, hablando con otra gente, me da la impresión de que si acudiese a otra casa en que se comiese paleo e investigase cada uno de los platos que me ofrecen tal y como hago en casa de mis amigos no paleo se molestarían porque se supone que paleo es sin gluten.
- ¿De qué marca es este té?
- ¿Qué especias lleva este plato? ¿De qué fabricante?
- ¿Compras las almendras a granel? Qué bien pero no son seguras, gracias.
Las dichosas trazas. Algo
de lo que un no-celiaco no se tiene que preocupar ya que una cantidad tan
pequeña de gluten no le hace ningún efecto.
En España aún no hay, que
yo sepa, ningún restaurante paleo pero espero que, el día que lo haya, se
preocupe por ese enorme nicho de clientes que le espera, los celiacos; un nicho
de clientela mucho más amplio actualmente que los seguidores de la dieta paleo
y que buscan, además de calidad, seguridad en lo que comen.
domingo, 30 de junio de 2013
Sólo una hipótesis
En el año que hace que
hago dieta paleo me la he saltado menos de diez veces y, aunque yo no soy
celíaca, casi siempre he elegido hacerlo con legumbres o cereales sin gluten.
Sólo tres veces he tomado productos con gluten, dos de ellas con nefastas
consecuencias pero una no tanto. Y, como siempre, me pregunto el porqué de esa
diferencia.
La primera vez que tomé
gluten fue la pasada Semana Santa. No pude resistirme y me comí una torrija
casera hecha por mi madre. Consecuencia: la peor migraña que he tenido en años.
Las otras dos veces han
sido este último par de semanas y por eso las puedo comparar bien. En este caso
las consecuencias han sido solamente digestivas, o al menos es lo que yo he
notado.
martes, 25 de junio de 2013
Dieta paleo y vegetarianismo: Dos estilos de vida
La dieta vegetariana o
vegana y la paleodieta se parecen en al menos una cosa: son estilos de vida y
no dietas de adelgazamiento, a diferencia de la inmensa mayoría de las que se
encuentran por ahí. Quizá por eso, porque ambas se consideran dietas
permanentes y no temporales hasta alcanzar un objetivo, hay una cierta
oposición a la hora de explicarlas o incluso apoyarlas.
Desde mi experiencia he conocido
o leído a tres tipos básicos de personas vegetarianas:
1. Las que llegan al vegetarianismo desde una
posición ética.
La ética es un concepto individual, cada persona
tiene el derecho a tener la suya y, aunque
no comparto muchos de los preceptos de la ética del vegetarianismo, los
respeto. A partir de ahí sólo tengo que decir me parece bien que deseen vivir
de acuerdo a sus propias normas éticas y morales.
2. Las que llegan al vegetarianismo por una
cuestión de gusto culinario.
Todos tenemos alimentos
que nos gustan más y otros que menos. Personalmente siempre preferiré verdura y
pescado antes que carne, sobre todo si es de ternera. Si algo no te gusta es
lógico que intentes evitarlo.
lunes, 20 de mayo de 2013
Trigo transgénico sin gluten: No en mi nombre
Mamíferos, orden de los primates, familia hominidae, género homo y especie sapiens. Eso somos. Eso hemos decidido que somos. A los humanos nos
gusta hacer esas cosas, clasificar, ordenar y nombrar. Eso dicen, al fin y al
cabo, que hizo Dios en ese gran libro de historias llamado Biblia. Dio nombre a
las cosas y con ese acto tan simple y complejo a la vez creó el mundo. Los
humanos, criaturas muy curiosas y con una gran tendencia a la abstracción,
seguimos los pasos del creador.
Como buena homo
sapiens me he pasado la vida buscando el porqué de las cosas, leyendo,
pensando, escrutando las mentes de las personas que me rodeaban. Algunos de los
primeros recuerdos de mi niñez hablan de dolor de tripa y pesadillas. Pronto
aprendí el nombre de un buen puñado de medicamentos. Como buena niña aplicada
me los sabía todos y me los tomaba cuando tocaba con una sonrisa.
Quizá como reminiscencia de esos primeros años de grave
enfermedad en los que nunca me diagnosticaron la celiaquía, cuando muchos años
después un médico me dijo que eso es lo que me pasaba, pasé mucho tiempo
documentándome. Al principio no fue fácil, los médicos no ayudaban e Internet
era todavía una quimera fuera de mi alcance. Sin embargo, la curiosidad mezclada
con un enorme deseo de encontrar la salud han permitido que durante este tiempo
haya leído y aprendido algo sobre nutrición y en concreto sobre mis grandes
enemigos: el trigo y el gluten. Conocer al enemigo puede ser una buena
estrategia.
Cuando hace un par de años leí que un grupo de científicos
del CSIC y de la Universidad de Oslo habían logrado crear un trigo transgénico (1
y 2) “apto para celíacos”, pensé que probablemente esa noticia no llegaría a
convertirse en un proyecto viable y archivé la información en un estante remoto
del armario de mi cabeza.
domingo, 21 de abril de 2013
Comiendo comida procesada
Cuando leo libros, artículos o cualquier web con información sobre dietas de tipo paleo, primal o evolutivas, en todas en un
momento u otro se recalca que hay que huir de los alimentos procesados, pero la
realidad es que es más difícil decirlo que hacerlo.
- Los productos frescos se conservan menos días y hay que ir a comprar muy
a menudo.
- No siempre tengo tiempo para cocinar alimentos partiendo de cero, sobre
todo por las mañanas.
- Con frecuencia he salir de viaje fuera de mi ciudad y tengo que
transportar alimentos que se conserven bien.
Así que no he podido dejar de usarlos. Reconozco que facilitan la vida y no
tienen por qué estropear la salud. El secreto está en buscar mucho, leer montones
de listados de ingredientes y elegir bien.
He elaborado una lista de los productos procesados que suelo utilizar. En
todos los casos son productos etiquetados “sin gluten” así que según la
normativa actual con toda seguridad tienen menos de 20ppm de gluten pero además
busco que siempre sean productos cuyos ingredientes sean naturalmente sin
gluten así que la probabilidad de que su contenido en gluten sea cero es alta.
En algunos de ellos, los que más me ha costado encontrar, he añadido el
nombre de la marca que se adapta a mi versión de la dieta paleo. No me guía
ningún interés económico ni de ningún otro tipo a la hora de nombrar unas
marcas sí y otras no. Mi único filtro es que son las que he logrado encontrar
en las tiendas más cercanas a mi casa.
viernes, 5 de abril de 2013
¿Cuánto hace que no tienes hambre?
Una de las sensaciones
más fantásticas que me ha proporcionado la paleodieta es sentir hambre y
saciarla y no me había dado cuenta hasta esta pasada Semana Santa, cuando dejé
de sentirla.
Mi horario de comidas
habitual es un desayuno abundante a las 7:30, un pequeño tentempié (unas nueces
o un par de filetes de jamón serrano) a las 14:00 y la comida principal a las
16:00. Y paso las siguientes 15 horas y media sin comer nada. Así que cuando me
levanto cada día y me siento delante del plato del desayuno disfruto cuando
sacio mi hambre real.
En Semana Santa me tocó
socializar con la familia y adaptarme a sus horarios además de a mi remolonería propia de las vacaciones.
Durante cuatro días desayuné a las 10:00, comí a las 14:30 y cené a las 21:30.
Apenas 12 horas de ayuno cada noche. Y, aunque intenté saltarme la dieta lo
menos posible, entre una debilidad mía (una solitaria torrija=
trigo+leche+azúcar) y las comidas colectivas (garbanzos, judías verdes, arroz)
estuve durante los cuatro días con una sensación de saciedad perenne. Además de
que volví a sentir unas molestias en el estómago que hacía casi un año que
habían desaparecido, justo cuando comencé con la dieta paleo.
Han pasado tres días en
los que he seguido la dieta a rajatabla, incluso sin la miseria de azúcar que
suelo poner en el té, y aún no recupero mi hambre. Y este fin de semana toca
viaje otra vez…
A veces pienso que cómo
he tardado tantos años en sentirme así de bien, cómo he podido considerar
normal cada uno de esos pequeños síntomas, pesadeces e inconvenientes. Cómo el
resto del mundo sigue sintiéndolos y creyendo que no están ahí.
Echo de menos el hambre
de cada mañana, la sensación de ligereza cuando me muevo, las digestiones sin
sueño, el poder pasar horas sin comer y sin la necesidad de saltar sobre una
galleta… Y todo eso sólo después de 4 días.
jueves, 28 de marzo de 2013
La paranoia de los que nos creen paranoicos
Este post nace como respuesta un tanto visceral,
lo reconozco, a la entrada publicada hace un par de días en el blog de El Comidista en El País.
El artículo en cuestión lleva por título “La
paranoia anti gluten”, título con el que me siento aludida pues no en vano he
sido tachada en numerosas ocasiones de paranoica por el camarero al que he
osado preguntar, por ejemplo, si la paella que me ofrecía contenía colorante
alimentario (los colorantes suelen contener gluten). También me han llamado
paranoica unos amigos por negarme a comerme una rica tortilla de patata casera
a la que, para enriquecerla, le habían añadido un poquito de levadura Royal.
Básicamente soy paranoica porque cuando me diagnosticaron de celiaquía después
de 30 años enferma decidí que no volvería a tomar gluten nunca más. Y aun así
lo he tomado porque en varias ocasiones ha sucedido que alguien decide que lo
mío es una paranoia y que no importa si me miente un poco y me da algo con
gluten. Aunque no os lo creáis hay personas muy curiosas a las que les da por
darle gluten al celíaco paranoico a ver qué pasa.
domingo, 17 de marzo de 2013
10 motivos por los que los celíacos deberían plantearse hacer dieta paleolítica
Soy
celíaca y hago una dieta de tipo paleolítico desde el verano pasado. Después de
la experiencia de estos meses en los que mi salud y mi calidad de vida han
experimentado una clara mejoría, no tengo ninguna duda a la hora de recomendar
este tipo de dieta a todo el mundo pero, en particular, a las personas que
padecen de celiaquía.
Los
motivos por los que recomiendo con los ojos cerrados esta dieta a los celíacos
son muchos y harían este post demasiado extenso, por eso me he impuesto la
tarea de realizar un ejercicio de síntesis y dar a este post un formato
informal en el que, a expensas de la simplificación de mis argumentos, se vea
favorecida la accesibilidad a los mismos. Aquí va mi decálogo.
jueves, 14 de febrero de 2013
Paleodieta para principiantes
Sigo la llamada paleodieta o dieta
evolutiva desde julio de 2012, o al menos una versión de ella, porque al no ser
una dieta con copyright (y no miro a nadie) e intentar adaptarse a lo que va
descubriendo la ciencia sobre nutrición, no hay un manual oficial de la paleodieta que seguir. Yo voy a intentar
resumir de un modo genérico los rasgos más importantes de esta dieta y las
excepciones y adaptaciones que cada uno puede hacer.
Lo primero es que aunque se llame
paleodieta no significa que haya que comer igual que un hombre del paleolítico,
ni todo crudo ni nada por el estilo. Pero sí hay un rasgo que diferencia la
alimentación de los hombres del paleolítico de la de los del neolítico:
agricultura y ganadería. La aparición de ambas, sobre todo de la agricultura,
cambió por completo la dieta humana, no siempre para bien.
Hay varios libros que explican todo
esto bastante bien y en la pestaña de arriba que se llama Lecturas hay una lista de libros y blogs que habitualmente leo y,
aunque a veces esté de acuerdo y a veces no, me proporcionan información fiable
sobre nutrición.
En todo caso es importante conocerse
a sí mismo y probar, valorar qué alimentos te sientan bien y cuáles no, y para
eso a veces hay que eliminarlos y luego reintroducirlos poco a poco.
domingo, 27 de enero de 2013
El típico artículo que encuentras en todas las páginas sobre celiaquía
¿Qué es el gluten?
Si uno intenta enterarse
bien de qué son el gluten, la gliadina, las prolaminas o la glutenina en la
Wikipedia (inglés o español) o en diferentes páginas web literalmente puede
volverse loco porque la información contradictoria es abundante.
Entre los complejos de
proteínas que contienen los cereales hay uno compuesto por una prolamina
(llamada así porque es rica en los aminoácidos prolina) y otra proteína llamada
glutenina (que a pesar de su nombre no es la causante de la celiaquía).
martes, 15 de enero de 2013
Sin gluten y sin celiaquía
No tengo celiaquía y
hasta hace unos seis o siete años sólo había oído hablar del gluten de refilón
pero diferentes casualidades primero y la seguridad de estar haciendo lo mejor
para mi salud después han hecho que haga más de tres años que no lo consuma.
Cuando comencé a convivir
con una persona celíaca decidimos que lo más lógico, saludable, normal, era
hacer dos comidas, una con y otra sin gluten, cada vez que hubiese pasta, pizza
o lasaña. La experiencia nos enseñó que equivocarse es más sencillo de lo que
parece y decidimos que yo comiese todo sin gluten a excepción de mi pan y algún
dulce para el desayuno, ambos siempre bien encerrados en su armario. El tiempo
y la vagancia hicieron que poco a poco fuese dejando de comprar pan y comenzar
a tomar las tortas de arroz y maíz que hasta hacía bien poco me habían parecido
insulsas.
Mi vida era cómoda así.
No tomaba gluten en casa y apenas cuando salía. Hasta el día en que, casi un
año después, disfruté de dos rebanadas enormes de pan con jamón serrano en casa
de un familiar y me pasé los siguientes tres días con molestias estomacales. Pensé
en cualquier otra cosa que me hubiese podido sentar mal pero no había nada,
ninguno de los sospechosos habituales para una indigestión o intoxicación como
marisco o conservas, así que sólo quedaba el gluten.
sábado, 5 de enero de 2013
Primer plato
Aprendiendo a comer de nuevo
Como, respiro, corro, vivo... sin gluten desde hace 12 años.
Tiempo suficiente para ver el cambio sufrido por nuestra sociedad en relación a
este elemento cuya existencia, para mí, había pasado desapercibida hasta el
¿terrible? momento del diagnostico. Recuerdo las palabras del médico: Nena,
la tienes... Tienes la celiaca. Luego vinieron las preguntas sobre cómo
alimentarme a ninguna de las cuales supo responder la gastroenteróloga de bata
blanca que me acababa de hablar de lo grave que podía ser la celiaquía si no
hacía una dieta muy estricta.
El tiempo pasado desde entonces me ha hecho aprender por mi
cuenta lo que los médicos no supieron responderme. La asociación de celíacos me
aportó las primeras pautas alimentarias y gracias a ellos descubrí que el
gluten podía estar en prácticamente cualquier alimento. El secreto estaba en
saber identificar al enemigo para poder evitarlo. Después vinieron años de
autoaprendizaje a base lecturas, ensayo y error, siempre bajo el impulso de la
falta de salud y el deseo de hallar la alimentación perfecta, si es que tal
cosa existe.
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